Tu carta

Cuando recibas mi carta comprenderás la mentira de esta mañana. Es doloroso despedirme de ti, no podía decírtelo a la cara. Por eso la carta.

Te he mentido. La carta no es para el abogado, es para ti. Pero no te lo podía decir.

Me acompañaste a la calle, fuimos hasta el buzón y allí viste como la echaba. Viste como echaba tu carta, aunque aún no lo sabes. Cuando la leas lo entenderás.

La lágrima que viste correr en mi mejilla no era por el disgusto con el abogado, es porque no me atreví a decirte que me voy.

Cuando dentro de un rato llegues a casa y veas que ya no está mi ropa, mi cepillo de dientes, mis zapatos, llorarás. Llorarás igual que yo ahora, aquí sentada en el tren, camino de Madrid, viendo por esta ventana como el sol se pone y tú quedas atrás.

Te he dejado mi colonia, esa que tanto te gusta. En la carta te lo explico. No sé si podré volver.

Aún tengo fresco el olor de tu mano en mi cara cuando me has secado esa lágrima. Y en mis labios tu sabor cuando te has despedido para ir a trabajar.

He llorado mucho, nunca sabrás lo mucho que me duele dejarte. Aunque lo leas en tu carta. Nunca lo sabrás. Espero que algún día me perdones por lo que te he hecho y por lo que voy a hacer. Tengo que encontrarles antes de que ellos te encuentren a ti. Ojalá me perdones.

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